más vale tarta que mudo

Todo quisqui accede a la ejecución del habla con dificultad. Muchísimos niños tartamudean en sus inicios, luego su habla se hace más fluida. A algunos se les enquistan las sílabas. En principio es un problema llano, de ejecución. Si persiste toma otra dimensión. En sí no es una discapacidad importante, es una cuestión de tiempos, puedo decir lo que quiero con mayor o menor fluidez. El problema real sobreviene si desisto en decir lo que quiero, si tiro la toalla en el diálogo. El problema real sobreviene si yo no me lanzo a aquellos diálogos que han de producirse para constituirme como persona.


Hubo algún tartamudo en la historia que tomó la determinación de no hablar, de hacerse el mudo, para no tener que afrontar el sufrimiento que le provocava su dificultad. Tardó un par de meses en abandonar la idea, no le funcionó.


La tartamudez tiene la importancia que uno quiera darle. El canal tiene poca importancia si lo comparamos con el mensaje, el deseo de emitirlo, si se hace grande, deja en un segundo plano a su ejecución. El deseo de hacerse escuchar, la posición en el diálogo es lo más. Luego el síntoma decae, he tenido oportunidad de comprobarlo.