Por todo lo que gano

La vida es un contínuo de pérdidas. Se pierde la infancia, la juventud, la libertad, la salud. Se pierde el tiempo, se pierde una oportunidad, se pierde el autobús, se pierden las llaves, se pierde el trabajo. En fin, una hemorragia de pérdidas. Finalmente se pierde la vida.

Primero de nada, en multitud de ocasiones las pérdidas es mejor asumirlas, sobre todo si son irreparables. Querer ser joven a partir de cierta edad no nos trae cuentas. Querer aferrarse a lo que pasó no te deja vivir en lo presente.

Cuando se quiere a alguien hay que luchar por su compañía. Cierto también que todo tiene un límite y cuando el lazo quedó holgado, se suelta solo.

Podemos analizar conjuntamente qué pasó y en qué cosas no te gustaría volver a caer. Luego, intentarlo de nuevo, ¡si quieres!.